Matilde tenía una costumbre que a veces rozaba la obsesión:
Agrupar las cosas por colores, formas y tamaños.
Lo hacía al guardar los calcetines en el cajón, en las ensaladas, con los libros de las estanterías y cuando tendía la ropa para secar. Disfrutaba haciéndolo, pero reconocía que no podía parar de colgar y descolgar las camisas y los calcetines hasta que todo quedara en perfecto equilibrio cromático.
Su predilección era la combinación del blanco y el negro con rojo, amarillo o verde.
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