A Matilde le gustaba su mercado porque era uno de esos con esbeltos y elegantes
pilares de hierro fundido entre los que se colocaban los puestos de
venta. Le gustaba ir a primera hora de la mañana, cuando el sol recién estrenado se colaba entre los perfiles metálicos de la cubierta. Matilde se paraba primero a disfrutar del olor de las flores del puesto de la entrada, después se daba un paseo de colores entre los puestos de la fruta y la verdura y, antes de marchar, compartía un rato las charlas matutinas de las pescateras inmersas en la limpieza del pescado y pasaba por la charcutería a probar el jamón recién cortado.
Que chulo Dámaris, eres una artista!
ResponderEliminarMe gusta mucho los "escenarios" que montas para hacer las fotos. Enhorabuena
ResponderEliminarMuchas gracias, da gusto leer comentarios así!
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